El desarrollo de nuestra Semana Santa
encierra algunos aspectos peculiares cuyo sentido despierta la
curiosidad de todo aficionado a la historia menuda de nuestro pueblo.
Son realmente curiosidades que quizá pasen inadvertidas en la
Historia, con mayúscula, de esta manifestación religiosa pero que
sin embargo puede ser interesante darlas a conocer. Hemos creído
oportuno aprovechar esta ocasión para hablar de algunas de ellas. La
Vía Sacra es probablemente la que conserva mayor número de estas
peculiaridades. Veamos: es una celebración a la que sólo asisten
los hombres, que tiene lugar a una hora fija, las 10 de la noche, y
que, hasta hoy, es el único de los actos de la Semana Santa que no
se suspende por las inclemencias del tiempo. Todo esto es bien
sabido; pero hay un aspecto que la inmensa mayoría desconoce; se
trata de que sus fundadores procuraron representar en su trazado la
distancia real que Jesucristo recorrió desde la casa de Pilatos
hasta el Gólgota, de manera que las distancias entre estaciones no
están distribuidas al azar ni el emplazamiento de la ermita elegido
casualmente, fue seleccionado un lugar, el llamadocabecito de los
Paños, alejado aquel entonces de la población, con el fin de
ajustarlo a la, según ellos, distancia real. Todo estuvo pensado por
los iniciadores de esta singular tradición para hacerlo coincidir
con la realidad. Gracias a un pequeño pero interesante documento en
el que se reflejan las medidas tomadas entre las distintas
estaciones, sabemos que desde la Iglesia hasta el Sepulcro midieron
exactamente 1.222 pasos, que era el cálculo que hicieron de la
distancia que Jesús recorrió en su camino hasta el Calvario. Por
cierto que en este documento figuran aún las 14 estaciones que tenía
primitivamente la Vía Sacra (hoy son 15). Desconocemos si realmente
estas medidas se ajustan a la realidad. Otra de sus peculiaridades es
la presencia de los muñidores con la campanilla y la corneta que
preceden al paso de esta manifestación religiosa y van avisando de
su cercanía confiriéndole un cierto halo de misterio y
recogimiento. Es sabido que la figura del muñidor era antes
frecuente en las cofradías para llamar a los hermanos o avisar del
paso de las procesiones, normalmente con campanilla, pero la
combinación de ambos instrumentos es excepcional. Indagando en
cuales pudieron ser los orígenes de este aspecto tan curioso y
llamativo del Vía Crucis, hemos encontrado un antecedente en la
hermandad de la Vera Cruz de Zalamea la Real, allá en el siglo XVI,
en cuyas reglas, concretamente en el capítulo 10, se especifica que
la procesión debía ser acompañada de una trompeta que vaya
tañendo de dolor. Si a ello se le añade el muñidor con la
campanilla, propia, como ya hemos dicho, de cualquier procesión de
aquel entonces, tenemos ya la combinación de ambos instrumentos que
con el tiempo debieron ser adoptadas por la Vía Sacra. Otra
circunstancia que llama la atención, especialmente a la gente que
nos visitan, es la particularidad de que una sola hermandad lleve a
cabo la procesión de tantas imágenes. Debemos decir que esto es un
aspecto relativamente moderno. En el siglo XVIII existían dos
hermandades perfectamente diferenciadas y relacionadas con la Semana
Santa. Una de ellas era la ya mencionada Hermandad de la Vera Cruz,
fundada en 1581, que hacía desfilar una Cruz y la imagen de una
Virgen vestida de luto el viernes Santo de madrugada; la otra era la
de Nuestro Padre Jesús Nazareno, que en la tarde del Jueves
Santo sacaba las imágenes del Nazareno y la Virgen de los Dolores, a
ellas se les une la Vía Sacra en 1776. Fue después de la Guerra
Civil de 1936, desaparecidas las dos primeras, cuando una Hermandad
de Penitencia aglutina todas estas procesiones y con el tiempo la
ampliaría con una más, la del miércoles Santo, intentando de esa
manera representar completa la Pasión y Muerte de Jesucristo.
También nos gustaría referirnos a la
participación de las mujeres en las hermandades de Semana Santa.
Hasta tiempos bien recientes era un terreno vedado para ellas; sin
embargo no fue así siempre, las reglas de la hermandad de Penitencia
de 1865, así como las de la Vera Cruz de 1581, reflejan la
incorporación paulatina de la mujer a estas hermandades antes de la
Guerra Civil. Fue después de esta trágica contienda cuando las
ideas políticas dominantes marginarían a las mujeres de los actos
religiosos de la Semana Santa. Todos podemos recordar cuando las
mujeres mas osadas se atrevían a vestirse de nazareno, ocultas
dentro del traje y el capirote, con la complicidad de algún cofrade,
para salir clandestinamente en las procesiones. Afortunadamente hoy
ya esto es un capítulo superado. Por último nos gustaría también
resaltar otra singularidad de nuestra semana mayor, los llamados
encuentros, que tienen lugar el jueves Santo entre Nuestro Padre
Jesús Nazareno y Nuestra Señora de los Dolores. En su ánimo por
representar de la manera más ajustada a la realidad las procesiones,
los cofrades idearon estos “encuentros” que representan a su vez
los que la madre de Jesús tuvo con su hijo en la subida al Gólgota;
escena que, como los más mayores recordarán, no se ha celebrado
siempre en el mismo lugar ni con las mismas imágenes. Durante una
época, a mediados de siglo XX, se llevó a cabo en el centro de la
calle de la Plaza y se practicó entre Nuestro Padre Jesús
Crucificado y María Santísima de la Soledad, entrando ésta por la
calleja de la cárcel hoy ya desaparecida. Lo más llamativo, sin
embargo, son los cánticos que un coro lleva a cabo en los
intervalos, cánticos sin acompañamiento instrumental cuya cadencia
y letra apuntan a unos orígenes remotos a los que hoy no podemos dar
respuestas y que merecería la pena investigar. Peculiaridades todas
ellas que dotan de singularidad a nuestra Semana Santa y que debemos
preservar para que la identidad de nuestras procesiones no se vea
anulada por las corrientes que impone la modernidad.
Artículo escrito por Manuel Domínguez
Cornejo y Antonio Domínguez Pérez de León
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